El objetivo de la travesía temporal, su meta, es que llegue el fin de semana y … ¿mientras tanto? El sujeto sostiene la rutina y la repetición. Todos los días son iguales y si hace lo mismo ni él ni el tiempo difieren y de alguna manera nada pasa en su fantasía.
En este modo de esperar pone en pausa su vida y su deseo. Nada ocurre ni quiere que le ocurra. El “finde” es la olla de monedas de oro al final del arco iris y como no la consigue repite el ciclo nuevamente.
Lo que señala como diferencia o corte a su rutina, sostiene precisamente la continuidad. No es responsable de lo que le pasa, pone su esperanza en el tiempo, que lo mueva de su quietud.
La espera y la pausa tiene un propósito muy claro. Cualquier alternativa, cambio o elección diferente respondería a un acto y sus consecuencias. Necesita garantías de sus acciones por ello no se mueve, no vaya a ser que suceda algo inesperado. El futuro de este sujeto está determinado. Eso cree.
Esa creencia lo divide, por eso la queja “no aguanto más” cubre la indeterminación del futuro y hace de obstáculo a su deseo. Si la frase no se completara (y solo fuera una expresión “quiero que llegue el fin de semana…”), daría lugar a una posibilidad, incluso a hacer algo el fin de semana.
Establece la vida en cuotas y segmenta el tiempo. Es una organización temporal de lo más habitual que omite la pregunta sobre qué lo tiene ocupado y apresado, qué posición y elecciones lo llevaron a esta situación y porque espera el fin de semana para liberarse.
Es un ciclo que resulta autónomo y que así presentado le confiere irresponsabilidad al sujeto sobre su vida donde no puede hacer otra cosa que esperar y padecer el tiempo que le toca en suerte.
Transitar la pregunta sobre sus elecciones y qué responsabilidad le cabe en ellas será lo que le permita encontrar modos diferentes de hacer.
¿Se animará a formular esa pregunta?