En las despedidas, luego de una reunión, de un encuentro fortuito o frecuente, es muy habitual que dos personas se saluden de acuerdo a los modos culturales que cada uno tiene.
Sólo a modo de ejemplo podemos citar los saludos neutros como el “chau” y el “adiós”, los que suponen un reencuentro “hasta luego”, “hasta mañana”, aquellos que condicionan el futuro “nos vemos si dios quiere”, “ojalá nos volvamos a ver” y los que sugieren y hasta imponen algo con un “que andes bien” y el más breve “cuidate”
¿De qué se trata?
Es solo una formalidad dirán algunos, sin embargo, ese último saludo no es con cualquier persona.
Recientemente circulaba un “meme” donde el protagonista se tenía en brazos y decía “así me siento cuando me dicen cuidate”.
Quien emite ese mensaje pretende seguir presente aún cuando no lo está. Se podría decir que “me gustaría seguir cuidándote, pero como te vas y temo perderte, temo por tu vida, te pido que te cuides como yo lo haría”.
Este inocente hecho del discurso cotidiano se sustenta en la posibilidad de perder la relación con ese otro y perder una parte de sí mismo. Si el otro no está, “¿qué hago yo sin él/ ella?” El otro es una parte de él de la cual no se quiere desprender y no puede tolerar vivir sin que esté a su lado.
El “cuidate” es un mensaje narcisista, habla más del que lo enuncia que de aquel que lo recibe. Mientras que puede ser un mensaje entendido como cariñoso y atento, en otro plano podemos hablar de control y asimetría. Pero… hay algo más que tiene que ver con el deseo. “¡¡Si hay algo en donde yo no estoy presente, si estás libre de mí podés hacer lo que quieras!! ¡¡Nooo!! ¡¡¿Cómo voy a permitírselo?!!” Esa persona que dice “cuidate” encubre su miedo de no ser todo para el otro, es decir, que el otro pueda desear algo más allá de él.
Parece que hablamos de alguien muy difícil de tratar, sin embargo es alguien común y corriente que intenta ser todo para el otro, aún cuando no esté presente.