Lo que he sido no seguirá siendo aún si no hago nada o dejo que el tiempo pase. Lo que algunos señalan como que “el tiempo lo cura todo” no es más que una ilusión.
A todas las personas en algún momento de su vida se les presenta esa sensación de finitud que puede hacerlos trastabillar o incluso detenerlos a pensar en el sentido que le dan a lo que hacen y vivencian. En cada acción, en cada paso que damos, en cada decisión, existe una posibilidad y en el horizonte de toda posibilidad está la posibilidad de morir. Pensemos la muerte como Machado, “La muerte es algo que no debemos temer porque, mientras somos, la muerte no es y cuando la muerte es, nosotros no somos”.
¿A qué nos lleva esa frase?
Tiene que ver más con las ganas de explorar la vida, por las cosas por hacer, los proyectos y los planes que de alguna manera extienden el plazo terrenal.
Se trata pues de pequeñas muertes, de duelos. No tanto el dolor de los que no están, sino el de los cambios y la dificultad de hacerse a la idea de que lo que estás viviendo y experimentando se debe en gran medida a lo que imaginaste, proyectaste y querías hacer.
Si surgen estas preguntas es porque justamente hay muchas cosas en las cuales seguir poniendo eso que no es más que la chispa que se transmite en cada acto de la vida.
Todo lo que se transita con vitalidad, energía y ganas hace que el deseo no se extinga y encuentre nuevas formas de vehiculizarse.
Que los viejos estén vivos son la garantía de que aún no te toca a vos. No deja de ser una ilusión, se escucha decir habitualmente “Tan pronto como el hombre viene a la vida ya es lo suficientemente viejo para morir”, sin embargo mientras están vivos, no sólo les contás tu vida, hacen que cuentes y ellos son el público.
Te podrás quejar, lamentar, protestar, rebelar, amarlos, odiarlos, lo que sea pero allí están para garantizar que esa dirección de palabras tiene un destinatario. Cuando ellos no están no queda otra que el pasaje de tener una vida garantizada a ser garante de otros. Aquel a quien le hacen esto mismo. Te hiciste de ese lugar, te lo apropiaste y allí estás como una señal de tránsito para los demás. Quizás se burlen, quizás la esquiven, la respeten o la intenten cambiar, pero no pueden ignorarla.
Con cada acción que das en el camino de tu deseo, se destituye a ese garante al que vos le habías dado ese lugar. Y en la misma medida, con cada acto que hacen los otros te destituyen a vos. Ese es el duelo, ni más ni menos.
De tal forma que la muerte sólo es algo imaginario.