¿Qué ocurre después de alcanzar los logros y los ideales? ¿A qué se debe que los recién recibidos” sientan incertidumbre, inseguridad y miedo a no saber qué hacer?
Cuanto más se ha idealizado el título y la carrera más difícil será entender que el encuentro con lo real no es sencillo de asimilar.
Ciertos lugares fantaseados hasta hace no mucho tiempo hoy se convierten en parte de la realidad y transitar esos espacios aunque esperados resultan inéditos y desconocidos. Si bien se fantasea con ese momento existe una diferencia entre lo que se imagina y lo que es. Y eso en muchos casos angustia. (cortar)
Mientras se estudia una carrera son los “otros” profesores, maestros, tutores quienes te guían y señalan lo que hay que hacer. El discurso del saber está en el otro y la transferencia que se establece es habitualmente de conocimiento y no de un saber hacer con él. Es a ese otro a quien se idealiza y se le atribuye el saber. Esta atribución no es sin consecuencias. En el momento en que te recibís (estamos hablando en general, claramente no es para todos igual), comienza un proceso que resulta similar y con las mismas características al de un duelo. Es decir, cae el otro del saber, te abandona, se retira, te deja y es ahí, donde parece necesario recurrir a la celebración casi ritual de los huevos, la harina, los amigos y la familia, como modo de transitar el duelo y hacer lugar a aquello que no está y por el lugar que tenías en él o ella que ya no existe más. La universidad, la institución, escuela, te alojó durante mucho tiempo y hoy te pide que te vayas, que la dejes y debes abandonar su casa de estudios.
Es significativamente regular que el pasaje por este duelo para algunos no sea una solución, que lo eviten, y que para no angustiarse encuentren enseguida “otros” que oficien de suplentes de aquéllos que dejaron. Y se anotan en cursos, talleres, prácticas, etcétera donde “repiten” el lugar que tenían antes o toman empleos de aprendices, becarios, o “regalan” su trabajo a cambio de que le digan lo que hay que hacer.
Claramente es necesario establecer la diferencia entre “no saberlo todo”, y “no saber nada”. Esa diferencia sutil, es la que marca quien se autoriza y quien necesita autorización.
Quien atraviesa o ha atravesado la experiencia de un análisis “sabe” de qué estamos hablando. Los que no, ¿se animarán a hacerlo?