Va más allá del control. Tiene más que ver con la incapacidad de generar sus propios espacios y la necesidad entonces de usurpar el del otro.
Esta acción que parece exagerada no lo es tanto, por el contrario, presenta aspectos a veces tan sutiles que no son detectables sin una escucha sostenida. Por ejemplo: “¿Adónde vas o de dónde venís?”, “¿Qué hiciste hoy?”, “¿Con quién hablás?”, “¿Quién era?”
Hay ciertos espacios imposibles de ocupar ya que son propiedad del otro. Es un tipo de violencia que intenta desalojar al otro de su lugar, desplazar y rechazar su existencia con el fin de ocuparlo. Fantasea con ser el otro, con el enigma que le genera su saber y tener a disposición lo que piensa, lo que hace o no, lo que le dicen y cómo se lo dicen. Quiere ser él a quien vayan dirigidos esos mensajes. Es decir, deja de ser importante lo que vea, busque o encuentre.
Se trata de no poner en juego lo singular del deseo. Si él quiere ser el otro, ¿Dónde está él? y ¿Qué lugar para el otro si se engancha en esta demanda?