“¡Ay, no sabés, estoy a mil, muy cansado/a! No termino más. Estoy lleno de obligaciones y no termino ninguna. Soy muy perfeccionista, tengo que estar en todo para que salga bien, no puedo delegar nada. Si no lo hago yo, ¿Quién lo va hacer?. Me hago cargo de todo. No duermo casi nada por pensar en las cosas que tengo que hacer mañana. No me queda otra”
El estrés señala la posición que tiene el sujeto: la indeterminación. No está en ningún lado.
El sujeto no puede distinguir si eso que lo estresa es causa o consecuencia de su accionar.
Es un fenómeno, una cualidad para el sujeto que tiene valor de respuesta. La pregunta, que no se formula y esquiva al llamarse “estresado”, es por el ser (¿Qué me pasa?, ¿Qué estoy haciendo?, ¿Qué elijo para mí?), el sujeto se la ahorra y reemplaza por lo que hace, eso le da certezas, produce un cierre. En otras palabras, teme encontrar lo que está del otro lado de ese “hacer estresado”. De este modo el sujeto queda impedido de poner en juego su deseo.
En definitiva, si le dice que sí a todo, ¿Habrá algo a lo que le diga que no para elegir a qué sí?