Las costumbres, las normas y la relación entre los miembros de la sociedad se va modificando y estableciendo de modos generalmente dramáticos. Cada nuevo acceso a un derecho civil, a una nueva modalidad en las relaciones, a un cambio de paradigma, va acompañado de una serie de conflictos entre los miembros de la sociedad. Conflictos que son la expresión de estos movimientos y los cambios.
Nuevos modos discursivos
Una de las mayores e interesantes apuestas civiles en la época actual son los movimientos feministas que han puesto sobre la superficie con su denuncia, reclamos, manifestaciones, debates y congresos la sociedad patriarcal y su forma discursiva y cómo éste nos atraviesa incluso de formas tan sutiles que tenemos que hacer un ejercicio intelectual para poder advertirlo
No es el único movimiento que pone en cuestión al modelo social ni será el último.
Recordemos que cada uno de nosotros ingresa a este mundo con un lugar preestablecido, un nombre, una cultura, un idioma, un modo de hacer y de pensar, en definitiva, un sistema ideológico, con sus reglas, normas y modalidades de relaciones y de poder.
Es lo que en forma explícita nos forma y nos formaliza y en forma indirecta nos subjetiva. Es decir, hay un hacer consciente, por ejemplo la educación y las leyes y hay otro inconsciente, que nos determina y no estoy aquí hablando del inconsciente freudiano, sino haciendo una analogía con Marx y su idea de hacer consciente la ignominia, básicamente iluminar sobre lo que somos y pensamos y qué lugar ocupamos en el discurso dominante del cual en un principio y sin una deconstrucción no tenemos idea que nos domina.
Idea que solo se hace visible, cuando ese discurso se vuelve intolerable y aquéllos sometidos comienzan a cuestionarlo.
La sociedad se constituye sobre su fracaso, la sanción de leyes no hace más que confirmar ese fracaso. Sin embargo no podemos vivir en sociedad si no hay leyes que regulan nuestras relaciones. Igualar a todos bajo el imperio de ley no hace otra cosa que generar malestar ya que arrasa con la singularidad, con lo propio, universalizando lo que siente y piensa de cada uno. Del mismo modo, la sociedad genera sus bordes, sus excluidos, sus enfermos, sus otros para producir su identidad y luego a esos excluidos los incluye en nombre de alguna potestad o legislación.
La exclusividad es la norma, la inclusión es la caída de la ley por la sanción de otra ley. El excluido lucha por ser incluido y al hacerlo, en el mismo momento que ejerce ese pedido se anula el cambio que estaba cuestionando. Ya es parte. Ahora la sociedad se confirma en su discurso y se denomina inclusiva hasta que otros vengan nuevamente a cuestionar que están por fuera. Llamarse inclusiva, conlleva necesariamente el sentido contrario. ¿quién dice o determina que es inclusiva?
De este modo se arrasan las diferencias y se considera a la sociedad como un todo. La idea de deconstruir es recuperar la singularidad. Es solidario con el acto analítico y el deseo.
A modo ilustrativo de lo que hasta aquí hemos considerado les propongo analizar esta pequeña viñeta.
Esta mañana tomé el colectivo, sube una embarazada, le cedo el asiento. Luego un señor en sillas de ruedas se acomoda en el sector habilitado para ello. Un hombre mayor es ayudado por dos señoritas a subir. Un señor educado deja subir primero a una Joven. Otra joven se enoja porque el sistema de pago no funciona o se quedó sin crédito y un joven se le acerca para ayudarla. Una persona con algunos bultos y equipaje no logra subir. El colectivo sigue su camino.
Cualquiera puede llegar a sentirse identificado con esas situaciones que a diario suceden a bordo de un colectivo en la ciudad de Buenos Aires.
Todos los sujetos y todas las normas y reglamentos se adaptan al “colectivo”
Es posible considerar que el sistema social es el colectivo y los miembros de la sociedad deben adaptarse a las normas y leyes que los regulan. Lo curioso es que todos están de acuerdo. Se escuchan algunas quejas sobre el transporte, claro está. Sin embargo, nadie cuestiona que se debe transportar a la gente.
El colectivo es un modo de inclusión / exclusión como lo es la moda, la educación y cualquier otro sistema elaborado por la sociedad y para disimular esa exclusión, se adapta para personas con diferencias.
¡Las diferencias no existirían sino habría colectivos!
o bien habría otras ya que… ¿es posible pensarse siquiera por fuera de una sociedad?
Lamento decirles que no.
Ciertamente con el ejemplo me refiero a que es la sociedad la que marca quien es diferente y es esa sociedad que atiende luego la queja de sus diferentes y los adapta o no. Aquí la arbitrariedad es manifiesta. Está claro que es la sociedad en cada época la que produce colectivos para generar inadaptados, diferentes y excluídos.
Luego, esos inadaptados, diferentes y excluídos luchan, protestan, demandan y exigen ser incluidos formando posteriormente parte de una nueva sociedad que produce nuevos inadaptados, diferentes y excluídos.
Es una espiral dialéctica entre el “Uno” y el diferente. El uno, o discurso dominante sólo puede sostenerse a partir de la creación de un diferente.
Y no sólo, este discurso dominante incluso llega a decir de qué manera los incluye y bajo qué requisitos. Por tomar solo un ejemplo, es sabida la lucha que plantean los sordomudos por continuar con el lenguaje de señas como modo de comunicación y es la sociedad que “les propone” escuchar a través de operaciones quirúrgicas y audífonos. Hay una manera particular de incluirlos. Esa inclusión deja de lado la singularidad y conlleva una adaptación. Es el costo de formar parte de la sociedad, impera el mandato social, sin el cual no es aceptado. Como contraparte en el sistema educativo dominante no se enseña ni lenguaje de señas ni otras formas de comunicación y lenguaje alternativo. Es el “diferente” el que debe adaptarse.
Si aún tienen dudas, pensemos un ejemplo aún más personal. Uso anteojos. ¿por qué? El discurso científico enuncia que no veo bien. ¿comparado con qué? Bajo la aparente bondad del sistema, me recetan anteojos para integrarme a la sociedad. ¡Encima los tengo que pagar!. Pues bien, es muy sutil, claro, hay un modelo de visión, apoyado en estudios y diversas bases científicas que dice quién sí y quién no “ve bien”. Soy un inadaptado al cual le indican cómo adaptarse, sino no podría “ver” lo que la mayoría “ve”. Si el discurso dominante estableciera que mi escasa visión fuera el patrón, todos los carteles, las señales, las indicaciones, los prospectos, etcétera, tendrían el tamaño adecuado a mi visión y la gran mayoría tendría que usar anteojos y yo no.
Singularidad y acto analítico
Del todo y la excepción, al no-todo.
Un sistema social se consolida a partir de un discurso dominante que mediante fenómenos de comunicación y significación atraviesa la sociedad sin siquiera darse cuenta de ello. Es lo que llamamos subjetivación.
Todo este sistema social es invisible y opera sin que demos cuenta de ello. Acaso, por ejemplo, ¿quién se cuestiona el modo en el cual habla? Recientemente ocurrió otro fenómeno ligado a la sociedad patriarcal. El lenguaje produce diferencias. ¡vaya novedad!. Y se suceden una tras otro nuevos modos de hablarnos.
Ahora bien, vivir en sociedad produce diversos modos de padecimiento. Somos sujetos a normas, leyes, imposiciones, mandatos e infinidad de prácticas sociales que operan poniendo límites. Será cuestión entonces de preguntarse por qué necesitamos tantos límites y resulta como enunciamos más arriba, que los individuos por sí solos no saben comportarse en sociedad. Necesitan de un otro simbólico que los regule y ordene, es decir, y surge entonces la pregunta, los discursos dominantes, ¿Son de la sociedad o para la sociedad? Es interesante en este punto pensar en una interrelación no solamente unidireccional. Es la sociedad la que los genera y construye por un lado, mientras que también es la misma sociedad la que los padece.
Aclarado este punto, ésta regulación produce padecimientos. Por lo pronto, una división entre adaptados e inadaptados. Inadaptados que la sociedad reeduca, encerrando, aislando y asilando. A su vez, los adaptados son “policías sociales” que verifican que se cumplan las normas en todo tiempo y lugar y sino se quejan a las autoridades sociales, sean éstas quiénes fueran, desde un lugar real o simbólico.
Dentro de esas dos grandes categorías, los adaptados e inadaptados, conviven infinidad de otras, y en cada una de ellas, es posible encontrarse con padecimientos de todo tipo y color. Muchos de ellos, justamente tienen que ver con el reconocimiento de un otro y la adjudicación de un poder sobre ellos. Es curioso como las normas sociales se invisibilizan en función de la creación de un otro. Es decir, a esa creación se le atribuyen poderes y decisiones sobre la sociedad y, la sociedad como tal y su discurso, deja a ese otro operar en su nombre. De este modo, LA SOCIEDAD le atribuye a ese otro el poder de subjetivar, ordenar y mandar, de decidir sobre nuestras vidas, su bienestar y su malestar, sus posibilidades e imposibilidades y todo aquello que algunos llaman destino, otros providencia, esperanza, ilusión, religión, el curso de los astros, vidas pasadas y constelaciones, y toda clase de explicaciones científicas que den cuenta del por qué del padecimiento de cada individuo.
A ese otro le atribuyen tal poder sobre sus vidas que ni bien intentan derribarlo vía revolución, derrocamiento, falta de fe o elecciones necesitan colocar otro en su lugar de manera inmediata. Sean ustedes libres de elegir el sistema que quieran. Si no sobreviene el desconcierto. Es el modo social y colectivo de elegir autoridades que gobiernen sus vidas para luego atribuirle a ese gobierno su padecimiento.
¿Qué nos mantiene unidos como Sociedad?
La sociedad opera vía identificación. Unos con otros se juntan y amalgaman por la religión, por sus creencias, por la autoridad, por un color de club, por la miseria, por la educación, por las instituciones en las que circulan, en fin, por la regulación de la sociedad misma. Unos y otros disimulan sus diferencias por esta identificación. Siguen a un líder, a un dogma, a un producto comercial, a cualquier cosa que los mantenga unidos. Claro está, que como expusimos más arriba, todo esto genera malestar.
Ahora bien, ¿existe otro modo de lograr que ese padecimiento desaparezca o disminuya?
Uno de los modos que propone el psicoanálisis es pensarse en situación, pensarse con otro (el analista) a fin de poner en relieve aquellas modalidades que condicionan la vida del sujeto. La pregunta de por qué y para qué se hace o dice tal cosa y se opera de tal forma. Un retorno a lo más íntimo de cada uno provoca la destitución del otro, que no es más que la propia destitución. Esto conlleva un pasaje de lo universal a lo singular. Un pasaje de “soy como todos” al “¿por qué soy como todos?”
Es lo que en psicoanálisis llamamos “responsabilidad subjetiva”. Es ese momento en que el sufrimiento que trae el sujeto lo lleve a preguntarse, a formular una pregunta acerca de porqué le sucede, pero con una particularidad: que esta pregunta lo implique.
¿Qué es la destitución?
Es el pasaje que necesariamente opera vía deconstrucción. Como se viene desarrollando, ingresamos a una sociedad donde está todo prácticamente hecho y en donde le atribuimos a esa Sociedad y a veces a una autoridad el destino de nuestras vidas.
Descubrir nuestra implicancia subjetiva en estos movimientos produce necesariamente que el otro como tal caiga de ese lugar y pierda los atributos que le otorgamos. A su vez, es también, dejar de tener nosotros también esos atributos. Es un doble movimiento. Pensarse en este sentido, es tomar responsabilidad de lo que hacemos, por qué y para qué que no es otra cosa que descubrir que fuimos instrumentos de la sociedad y que algún margen de libertad en todo este asunto de vivir en comunidad podemos ejercer.