Instante Analítico concibe desde su creación divulgar los conceptos fundamentales del Psicoanálisis.
De tal manera se propuso abrir canales de comunicación con sus seguidores, colegas, pacientes y público en general, generando enlaces con la comunidad.

En nuestro Instagram @instante.analitico inauguramos la sección “Preguntas que le harías a un psicoanalista” formuladas por quienes participan de la consigna que subimos en nuestras redes a fin de esclarecer ideas e incluso propiciar nuevos interrogantes.

Las compartimos con ustedes.

¿Qué hace un psicoanalista?

El psicoanalista trabaja con la materialidad de las palabras. Hay sentidos coagulados que en ocasiones provocan sufrimiento, angustia, y malestar en quien consulta. Son las mismas palabras, dichas de una manera particular, que sostienen al sujeto en un mismo lugar.

Es a partir de la escucha del analista que se pone en cuestión la certeza y el determinismo. Cada sujeto es libre si puede hacer algo con los sentidos que lo tienen detenido.

¿Qué es la transferencia?

Cada paciente actúa su realidad psíquica en análisis e incluye al analista como una extensión de aquella. Imaginemos que hay una escena, un protagonista y un reparto. El paciente le otorga un papel al analista y lo incluye en la historia que relata. 

El paciente le supone un saber al analista sobre su padecimiento porque aún no sabe que sabe.  Es lo que denominamos el saber inconsciente. Hay un saber de otro orden que comanda sus acciones.

¿Por qué el autosabotaje?

A su tiempo, en análisis, es posible que el paciente reconozca que aquello que él denomina autosabotaje es en verdad aquello que se le impone como necesario, un modo de relacionarse con la realidad, que lo comanda más allá de su voluntad.
En definitiva y siendo pertinente con la pregunta hay que señalar que es un mecanismo.

¿Qué será lo que está autosaboteando?, ¿Es sobre cualquier cosa que opera ese mecanismo?

¿Tendrá que ver con su deseo?

¿Por qué creen que cuesta tanto empezar tratamiento?

Analicemos esta pregunta.
a. Si tiene un costo es porque tiene un valor ese lugar conocido. No se quiere dar un paso sin saber lo que va a suceder anticipadamente. ¿Qué se pierde y qué se gana? La vida, ¿es una transacción?
b. ¿Empezar qué?, ¿Será que está detenido en el mismo lugar hace tiempo? No todos están dispuestos a dar “ese paso” que tiene obviamente consecuencias diferentes. No hay registro aún sobre cómo será esa experiencia. Se tratará entonces de dar un salto a lo desconocido.
c. La pregunta por el tratamiento ya es en sí misma una respuesta, un indicio de elección.

¿Por qué sentimos tanta culpa cuando hacemos algo que sólo nos hace felices a nosotros?

El deseo es lo que te hace único, singular, diferente a los demás.  El deseo es inconsciente.

El sujeto vacila en su acto cuando no hace lo que tiene que hacer y se queda esperando la aprobación de los otros, poniendo en pausa su deseo.

¿Qué delito se ha cometido para sentir culpa?

¿Por qué tantas personas abandonan terapia?

En psicoanálisis resulta imposible generalizar. Se trabaja el uno a uno y el abandono puede responder, por lo tanto, a diversas razones: económicas, disponibilidad horaria, cambio de lugar geográfico, cuestiones de salud, etcétera.

Por otra parte, recordemos además que definimos al acto analítico como “un decir a partir del cual el sujeto cambia» y algunos no están tan dispuestos a atravesar ese cambio, a descubrir su verdad, es lo que llamamos una pasión por la ignorancia.

Se apunta al encuentro del sujeto con su verdad, y a la captura del sujeto y su inconsciente.

A veces no es logrado.

¿Cómo hago para vivir con ansiedad?

Es un modo. La pregunta es: ¿Por qué hacer pareja con la ansiedad como modo de vivir y no elegir otra cosa? 

En líneas generales es posible señalar que la ansiedad es traer el futuro al presente, como si éste no fuera un paso necesario para llegar a ese futuro, casi como eliminar el proceso que resulta necesario para lograr un objetivo, suprimirlo o bien saltearlo.

¿Es acaso posible?

¿Cómo trabajar la autoaceptación y la aceptación de los padres? 

Esta pregunta abre al menos dos diferentes líneas de trabajo que pueden desplegarse en un análisis.

El “y” sugiere una paradoja. Un elemento de la frase anula al otro.
Se trabaja con la singularidad de cada paciente, el uno a uno. No hay un análisis que sea idéntico a otro. No se generaliza. Se indaga de qué se trata esa pregunta.

Habitualmente al desplegarse resulta que tiene una historia que la sostiene y que al formularse señala la paradoja entre elegir una o la otra, la autoaceptación y la aceptación de los padres.

¿Hay diferencia entre lacanianos y freudianos?

En tiempos en que algunos de los seguidores de Freud -los llamados posfreudianos- se desviaban de la corriente formulada por su creador, surge un analista francés Jacques Lacan, quien se propuso producir lo que él denominó un retorno a Freud. Producir una re-lectura con nuevas herramientas lingüísticas, estructurales, filosóficas, antropológicas, matemáticas, topológicas, y un particular modo de transmisión tomando como eje los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis freudiano: El inconsciente, la repetición, la transferencia y la pulsión. 

Asimismo propició la formación de una nueva escuela de formación de analistas, en la cual lo didáctico, el propio análisis y la supervisión se convirtieron en sus tres pilares.
Planteó la ética del psicoanálisis, siguiendo a Freud, la ética del deseo, en la cual la escucha del psicoanalista está desprovista de todo juicio o censura de lo que pueda decir el paciente, en tanto no es el lugar del psicoanalista ser juez de lo que sea y, porque además dificulta la búsqueda de la verdad. 

Lo que interesa en un proceso psicoanalítico es conocer la verdad, lo que es verdad para el sujeto, no para el resto, sea la que sea. Es decir, no se corresponde necesariamente con la verdad material histórica.
La ética fundamental del psicoanálisis podría señalarse con la pregunta ¿Has actuado en conformidad con tu deseo?

¿Cómo encarar una conversación difícil?

¿Qué será difícil?

El encuentro con el otro supone un enlace que necesariamente incluye al otro. De qué manera podemos lograr que ese encuentro deje de ser dos monólogos para que se transforme en un diálogo.
Habitualmente cada sujeto en una conversación sostiene su postura. 

Le resulta un esfuerzo modificar sus convicciones, sus ideales, su forma de entablar el diálogo. Muchos no creen estar hablando de algo sino que lo toman a nivel personal, como de su propiedad y no están dispuestos a poner en juego eso que están hablando como si fuera un objeto preciado. Es decir, no están hablando, se están hablando. 

Se pueden dar diversas situaciones:
Que los dos piensen lo mismo, con lo cual uno piensa por los dos.
Que los dos piensen distinto y no se produzca el encuentro.
Que cada uno solo confirme su información y no acepte lo que el otro dice porque no está de acuerdo con su posición.

Sin embargo, hay quienes van más allá, son curiosos, les interesa saber como el otro construyó ese saber y a la inversa. Ese es el más rico de los encuentros. Es a partir de las posiciones de cada uno que encuentran un nuevo modo de relacionarse y de construir un saber, incluso cambiar de opinión o enriquecerla.

¿Cómo hacen para empatizar sin que les afecten las historias de los pacientes?

Empatizar es ponerse en el lugar del otro. Si nos ponemos en el lugar del paciente, ¿para que vendrían?, ¿y qué lugar habría para el paciente? y si los lugares son fácilmente intercambiables, entonces ¿quien escucha a quien?

El analista aloja, escucha, interviene, interpreta.

La finalidad del acto analítico es el encuentro de un sujeto con su inconsciente, no con una persona.

¿Por qué son tan importantes los sueños?

El sueño es la vía privilegiada de acceso a nuestro inconsciente. Se sostiene que el sueño es un cumplimiento de deseo.

Indagar de qué se trata y porqué soñamos lo que soñamos nos dará una pista invaluable con la cual se pueden descifrar muchos elementos de la persona que habitualmente a nivel consciente no son tan visibles.

¿De qué se trata la asociación libre? 

La única indicación que se le da al paciente es que “hable” y que hable de lo que se le ocurra.  En su decir hablará sobre aquello de lo que ni él mismo sabe que está diciendo. Hay un decir que se despega del decir consciente y que es escuchado por el analista.

¿Los psicoanalistas hacen psicoanálisis?

Si.  Los psicoanalistas tenemos 3 instancias que mantenemos y sostenemos a lo largo de nuestra práctica.

>El análisis propio (con otro analista claro), es decir, transitar la experiencia del propio inconsciente mediante el atravesamiento de un análisis

>La supervisión y control de nuestro trabajo como analistas

>El continuo estudio de la teoría (talleres de lectura, seminarios, presentaciones de casos, etc)

¿Por qué siempre dicen que es para locos?, ¿Cómo sigue vigente ese estigma? 

No todos están dispuestos a atravesar la experiencia analítica y tienen la valentía de hacerse preguntas, de cuestionar su vida, y poner en juego lo más singular, lo más íntimo de cada uno.

A los libres los llaman locos.

¿Qué escucha un psicoanalista? 

Se trata de aquello que el paciente dice y no escucha en su decir. Lleva un tiempo de análisis que el paciente le suponga un saber al inconsciente que lo habita y que lo comanda. Se escucha la insistencia del inconsciente. 

“¿Quién habla?”

Hay una diferencia crucial entre el enunciado y la enunciación.  Es decir, entre el “bla, bla” del sujeto, y lo que en él se está diciendo. Hay una división, sólo que el paciente la desconoce y el analista con su escucha pone de manifiesto el inconsciente que en el sujeto habla.

¿Qué es un síntoma?

Es una formación del inconsciente. El síntoma es el resultado de un conflicto y una forma de satisfacción. Un síntoma es un cifrado que demanda desciframiento.

No obstante, si un síntoma desaparece sin atravesar el porqué o de qué manera se lo construyó, aparecerán otros en su lugar: los síntomas se desplazan.

Una de las preguntas frecuentes por las que consultan es: “¿Cómo vivir con ansiedad?”, es decir, no nos preguntan cómo vivir sin ella, sino cómo, con su síntoma, puede vivir. No está presente en un comienzo la posibilidad de dejarlo. El síntoma lo define.

El síntoma produce una satisfacción que no se abandona así como así. En psicoanálisis lo denominamos “éxtimo”, es decir, el síntoma es de lo que muchos se quieren desprender como si fuera externo a ellos y al mismo tiempo lo eligen – inconscientemente -, siendo a la vez lo más propio del sujeto.

Es legendaria la intervención de Freud en uno de sus casos más famosos: «Observa cual es tu propia responsabilidad en el desorden del mundo del cual te quejas»
De aquello que nos quejamos es de aquello que gozamos.

¿Qué motiva un pedido de análisis? 

Una disrupción. Cada sujeto actúa un guión que cree propio y de creación personal, aunque éste le pertenece a la historia que lo cuenta. Este guión tiene un pasado, un presente y un futuro ya escrito que el sujeto actúa y, en la mayoría de los casos, se anticipa el futuro y no se permite cambiar esa forma que adoptó. 

¿Qué sucede cuando algo difiere de su destino?, ¿El sujeto puede ser flexible ante las contingencias de la vida?, ¿Acaso tiene opciones?

Cuando una causa interna vuelta hacia el exterior o una contingencia amenaza ese equilibrio y el sujeto no encuentra manera de responder ante ella, por lo general es cuando consulta.

 

El sujeto asume una responsabilidad: no sabe resolver algo que lo aqueja.

¿Por qué utilizan tantos silencios en las sesiones analíticas?

A diferencia de un diálogo entre dos personas, en donde cada una de ellas pone en juego sus palabras, sus intenciones, sus modos; en un análisis prevalece un solo discurso. El analista es una función. Los silencios del analista son también intervenciones, apuntan a no colmar de sentido el discurso.

Se trata de que el paciente pueda escucharse en lo que está contando. El analista está allí para producir efectos. En el dispositivo analítico, el paciente escucha sus palabras y su posición al respecto en lo que está diciendo. En tal caso, hablándole al analista, rodea con su decir lo que en definitiva se cuenta a sí mismo.

¿Cuál es la duración de la sesión? 

La duración de una sesión analítica es variable, no está basada en estándares ni parámetros, por el contrario, la sesión transcurre hasta que el paciente se detiene en la asociación libre, o bien, se genera un sentido novedoso en el decir del paciente que es necesario puntuar y se produce en ese instante el corte de sesión para que ese sentido permanezca flotante.

¿Cuándo se consulta?

Hay quienes te van  a decir cuándo, cómo, dónde consultar y con quién, lo curioso es que se trata de una decisión totalmente personal. El psicoanálisis es un viaje para aquél que está dispuesto a viajar, a inventar y crear.  Transitar el camino que uno descubre en lugar de andar el camino trazado por otros.

¿Qué son las resistencias?

“Me olvidé que hoy teníamos sesión”, “Me quedé dormido/a”, “Estoy enfermo, no voy a poder asistir”, “Me olvidé lo que hablamos la vez pasada”. Resistir es una elección inconsciente. Cada paciente resiste todo lo que se permite en un análisis, se resiste al cambio, incluso refuerza, se excusa y justifica. 

Lo que no sabe el paciente es a qué resiste y por eso (repite) resiste.

¿Cómo recomendar un psicoanalista a una persona muy cerrada?

La pregunta que no se está haciendo aquí es: ¿Por qué considerás que esa persona “cerrada” necesita análisis?

¿No será acaso que quien formula esa pregunta no sabe qué hacer con ese otro cerrado?

¿Cómo buscar analista?

Resulta pertinente tener en cuenta las siguientes consideraciones:

  • Cercanía del consultorio
  • Disposición de horarios y honorarios 
  • La orientación psicológica del profesional (psicólogo no es lo mismo que psicoanalista) 
  • Cómo trabaja el analista, de qué forma y bajo qué condiciones
  • Referencias de la institución, del analista, recomendaciones y trayectoria 
  • Publicaciones en circuitos académicos y sociales 

El primer espacio por el que se transita en Instante Analítico es la entrevista de admisión en la cual se manifiestan el/los motivos de consulta y se abordan las preguntas, inquietudes y dudas en relación al encuentro con un analista.

Finalmente, lo más importante es que ese encuentro genere la suficiente seguridad y confianza para sentirse cómodo y poder hablar.

¿Quién fue Lacan y por qué es tan importante para los psicoanalistas?

En tiempos en que el psicoanálisis se desviaba de la corriente formulada por su creador, surge un analista francés Jacques Lacan, quien se propuso producir lo que él denominó un retorno a Freud.  Producir una re-lectura con nuevas herramientas lingüísticas, estructurales, filosóficas, antropológicas, matemáticas, topológicas, y un particular modo de transmisión.  Una nueva escuela de formación de analistas, en la cual lo didáctico, el propio análisis y la supervisión se convirtieron en sus tres pilares.

Planteó la ética del psicoanálisis, siguiendo a Freud, la ética del deseo, en la cual la escucha del psicoanalista está desprovista de todo juicio o censura de lo que pueda decir el paciente, en tanto no es el lugar del psicoanalista ser juez de lo que sea y, porque además dificulta la búsqueda de la verdad. Lo que interesa en un proceso psicoanalítico es conocer la verdad, lo que es verdad para el sujeto, no para el resto, sea la que sea. Es decir, no se corresponde necesariamente con la verdad material histórica.

 

La ética fundamental del psicoanálisis podría señalarse con la pregunta ¿Has actuado en conformidad con tu deseo?

¿Cómo sabes cuando un tratamiento no está funcionando? ¿Cuáles son los indicadores?

El psicoanálisis va de lo general a lo singular de cada sujeto. No hay un para todos igual sino que es el uno por uno. Hay un analista en la medida que haya un paciente. Y no siempre se logra.

Uno de los fenómenos indispensables para que ello suceda es que se instale lo que denominamos transferencia, es decir, que el paciente tenga la suficiente confianza de contarle a su analista aquellos aspectos de su vida que no puede reproducir en otros espacios.

La intervención del analista produce efectos en el decir del paciente. Se comienzan a investigar los síntomas, se los reconoce, se señalan las repeticiones y los puntos mudos en la historia que narra el paciente. Se construyen nuevas perspectivas y se derriban mitos a los que ahora se les pone palabras. Cambia el sentido de la historia.

Una de las características más interesantes es aquella en la cual mediante esa intervención se escucha al inconsciente y el paciente se apropia de esa palabra que antes no tenía en su haber consciente. Para decirlo más sencillo, una palabra del analista pasa a ser del paciente.

Si estos señalamientos no ocurren quizás no se trate de un análisis.

¿Por qué romper con los mandatos familiares da culpa? ¿Cómo dejar de sentir esa responsabilidad?
A nuestro origen, a nuestra historia personal solo se accede contando cuentos. De esa manera, eludimos, reprimimos, sepultamos y olvidamos aquello que nos atemoriza, nos avergüenza o nos ridiculiza e inventamos leyendas en las que solemos salir “mejor parados”. Este invento a menudo no es consciente, no por ello dejamos de ser responsables de su invención.
 
La historia como tal es pues una ficción, una novela, un recurso que tenemos para poder contar quienes somos, en qué creemos y cómo arribamos a los lugares que establecemos como nuestra filiación, nuestro linaje e identidad. En definitiva, un mandato al que le guardamos fidelidad en nombre de la historia.
La culpa es señal que marca que esa historia no es completa, que algo queda por fuera, una separación, un corte, el deseo.
 
La culpa es un modo de respuesta que enmascara, que recubre la angustia.
Será una elección del sujeto hacer con su angustia; si lo redirige al mandato o al deseo de reescribir su propia historia.
¿Por qué tras dos años y medio de análisis sigo sentada enfrente de ella y no me tumbo en el diván?

Nos parece pertinente que esta pregunta así como otras que surgen en un análisis puedas trasladarlas a tu analista ya que son parte del tratamiento y de la relación de confianza que puedan entablar.
Del mismo modo estás habilitada a preguntar por el tipo de tratamiento que están llevando a cabo y si el diván es parte del análisis.
Cada profesional puede responder por su clínica, así como cada paciente puede preguntarlo.

¿Qué significa la espiral que usan en el logo de Instante Analítico? 

Hay dos tiempos, uno que va del presente al futuro, el de los proyectos y de la espera y otro que va del presente al pasado que es el atemporal. Es una construcción imaginaria, un recorrido y secuencia de hechos y datos que el paciente necesita para contar su vida, su historia. Ese orden fijado en que la narración se despliega es arbitrario y tiene que ver con ciertos hitos o aspectos que el paciente considera necesarios para situarse y correlacionar su identidad con su filiación. Es entonces con la intervención del sinsentido que puede quebrarse esa línea ilusoria y temporal. Es una intervención a contratiempo. Permite una doble entrada. El futuro por delante que regresa como presente y a la vez un pasado inmutable se hace futuro con su historización.

¿Por qué cuesta dejar atrás una versión nuestra que ya no nos representa?
Sencillamente porque es doloroso. Atravesar la pérdida (de esa versión) adquiere la forma de un duelo; es una parte de la historia en la cual se constituye el sujeto en lo que cree que es y resulta habitual que no esté dispuesto a abandonarlo tan fácilmente y se resista a ello. A cada uno le llevó mucho tiempo constituirse en lo que es y eso, como cualquier objeto de amor, no se deja así como así. Duele dejar aquello que convivió contigo tanto tiempo. El cambio es resultado de una elección y como tal, no se puede elegir todo, algo se pierde y esa pérdida duele.
¿Qué es el goce?
Para dar una respuesta sencilla, es lo que está más allá de lo que produce placer. Y más allá solo se produce dolor. Es lo que llamamos el sufrimiento que deriva de su propia satisfacción. Se podría asociar a los fenómenos de repetición, exceso, compulsión, impulsos, entre otros. A aquello que insiste y resiste a modificarse aún cuando es manifiestamente contrario a lo que el sujeto se propone. Acotar y reducir el goce es una de las finalidades del análisis para dar lugar al deseo singular de cada sujeto.
¿Por qué es necesario analizarse? 

Somos sujetos del inconsciente; estamos amarrados, sujetados, atados a un saber que desconocemos y nos dirige.
Y si fuera diferente, ¿cómo sería?
Transitar la experiencia de un análisis te libera de las ataduras para que te animes a desandar la historia que te atrapa en un mismo lugar, cada vez.
No es para todos igual.
¿Te imaginás cómo sería despertar un día y ya no sentir angustia, culpa, vergüenza o miedo?
Analizarse es tomar las riendas, asumir el desafío de una vida que sea más vivible, con menos dolor, con menos excesos, y cada vez más maravillosa.
Analizarse es causar el deseo por vivir.

¿Se puede mejorar la relación con otros haciendo psicoanálisis?

Si. La experiencia de un análisis verifica la posición subjetiva que se tiene respecto de la falta estructural y el deseo. Mediante la posición que cada sujeto va adoptando será posible considerar cuál es el modo particular en que da respuesta a esa falta.

Esa respuesta particular inconsciente atraviesa todas las relaciones del sujeto.

El modo de posicionarse varía análisis mediante y en consecuencia también varían las relaciones.

¿Cómo se disfruta el tiempo libre cuando se tiene y no se sabe que hacer?

Las formas en que se utiliza el tiempo consolida la idea de una materia disponible que puede dividirse, fragmentarse y estructurarse. Esta idea proviene del sistema en el que estamos inmersos y que nos lleva a pensar el tiempo como un objeto que puede cuantificarse e incluso intercambiarse  y se expresan frases tales como “Me falta o me sobra tiempo” “Necesito tiempo” o “Dame tiempo”, y la más áspera de todas “No tengo tiempo”.

Como consecuencia el tiempo es una mercancía que como cualquier objeto de consumo se compra y se vende. Recuerden la famosa frase que aplica en su totalidad “Tiempo es dinero”

 

El sujeto vende su tiempo y se pone a disposición del otro que puede ser un empleo, tareas cotidianas o de cuidado de otras personas y quehaceres de todo tipo. En ese tiempo hubo siempre alguien o algo que le dijo que hacer, incluso sin estar presente. Son las presuntas obligaciones que debe cumplir. Es posible asociar el “tiempo libre” al momento en el cual se cumplieron todos los deberes.Y cuando nadie lo obliga, lo demanda o lo comanda no sabe que hacer. Ha sido tanto tiempo esclavo de su tiempo que cuando no lo es, cuando se siente liberado se apresa, se esclaviza o tiene miedo, incluso se angustia.

Más aún, se sirven de esta mercancía a la que le atribuyen tanto valor para postergar lo que les da placer, rechazar la pregunta singular “¿Qué estoy haciendo? y ¿para qué o quién?”.  Es posible considerar incluso que el tiempo sea la variable de la que más dispone el sujeto para no tenerlo.

 

Y entonces idealiza “Cuando tenga tiempo voy a hacer esto o aquello” y como todo ideal nunca lo alcanza.

Claro está, no todos operan de este modo ni consideran al tiempo una mercancía. Lo experimentan como lo que es, un vehículo en el que despliegan su vida de todas las formas posibles.

“Se acabó el tiempo, nos vemos la que viene”

¿De que se trata autorizarse?

Autorizarse es perder la referencia, extraviar el manual que mamá y/o papá nos dieron desde que éramos unos niños en donde dice cómo hacer las cosas de la vida. Autorizarse es inventar, es ir preguntando “¿Cómo quiero hacer esto?”, cada vez.
Autorizarse es separarse de normas y mandatos familiares, sociales y culturales, estándares, cánones, establecimientos, estructuras en las que durante mucho tiempo (quizá todavía) funcionaron y funcionan ante los desafíos y problemas, porque acá está “la verdad de la milanesa”:

Hay un orden inconsciente al que se responde conscientemente, “¿Qué debo hacer ante tal situación que es inédita en mi vida?”, y la respuesta se presenta en forma autónoma, sin que la cuestionemos, sin que nos demos cuenta: “Debo hacer como hizo mamá y/o papá”, o porque nó la que opera por el rechazo y la rebelión: “Voy a hacer lo contrario que hicieron mamá y/o papá, ellos no saben nada” (ahí podemos agregar tío/a, hermano/a, abuelo/a, etcétera), y así infinidad de variantes, o como se sostiene en psicoanálisis, posiciones inconscientes que adopta cada sujeto según la historia que se cuenta de su vida.

 

Quien ha transitado un análisis ha llegado a ese punto y atravesado ese momento que no es sin consecuencias. No resultan satisfactorias las respuestas que nos han dado y que hemos tomado a lo largo de la vida, los mandatos, las órdenes o los consejos. Incluso la educación y la formación que cada uno obtuvo. El arsenal de sentido que cada sujeto tiene en su haber no alcanza a definirlo. Es preciso crearlas, inventarlas.
Y es en ese instante inédito en la vida de cada sujeto que se deja de pedir permiso para hacer tal o cual cosa o ejecutar alguna acción. Deja de creerle al otro, dando lugar a un saber diferente, un saber inconsciente del cual es responsable.

¿Por qué buscamos constante reconocimiento?

Porque, constantemente, el sujeto se esfuerza en desviarse de su pregunta ¿De qué se trata el deseo que me habita? para intentar responder, en su lugar, a la pregunta ¿Qué y cómo me quiere?, ¿Qué lugar tengo en el deseo del otro? De este modo la pregunta singular queda disimulada en la búsqueda de reconocimiento suponiendo que satisfecha ésta será un sujeto completo.

En líneas generales se trata de tener un lugar en el otro, más precisamente que el otro otorgue ese lugar. Aunque parezca una obviedad, los lugares que ocupa cada sujeto no son propios, desde el nombre, pasando por el sustento, los atributos y las cualidades fueron dados por el otro de los primeros cuidados.

El lugar no solo se ocupa sino que requiere un segundo movimiento que consiste en apropiárselo. Ese movimiento, se traduce en un acto singular, en indagar sobre el deseo que habita en cada uno, y ya no el deseo de reconocimiento del otro o lo que supone que el otro quiere de uno.

¿Qué ocurre en una primera sesión?

Una de las primeras consideraciones a la hora de realizar la primera entrevista es escuchar lo que el sujeto dispone como su verdad, el discurso al cual es sujetado e intentar que ese discurso se despliegue. El sujeto que acude a la consulta trae una verdad que en ese momento generalmente empieza a vacilar.

Es probable que esa verdad la intente defender y sostener y que lo que ponga en juego es la confirmación de su verdad. Los otros son los responsables, los obstáculos, los culpables y el sujeto es víctima de la historia que lo cuenta. 

En otras ocasiones un enigma lo acompaña y es por no saber por qué le pasa lo que le pasa que viene a buscar la respuesta. Un otro es quien lo sujeta y viene en busca de otro que lo libere.

También se pueden presentar señalándose responsables de su situación actual, intentando desconocer al otro del discurso. Ellos son únicos en esta historia.

En fin, son algunas de las presentaciones – no todas – que pueden escucharse.  En cada caso, la verdad será alojada, escuchada, “comprendida” y compartida. Resulta necesario este primer paso, en donde la verdad que trae el paciente no es cuestionada, a lo sumo las intervenciones – las preguntas – deben apuntar a saber más y, si tal vez, una última devolución será aquella que señale alguna contradicción en su discurso, que le marque que lo que dijo fue escuchado y que esa escucha produce un resto que el sujeto escuchará – a lo mejor – en esa misma primera sesión.

¿Qúe es un trauma?

Se habla más de lo traumático que del trauma en sí. Ningún hecho por sí mismo es traumático hasta que una escena posterior, contingente, azarosa, la resignifica como tal. Es por ello que lo que para algunos es traumático para otros no lo es.
Se entiende por traumático un suceso que impide al sujeto historizar sobre él, que lo determina y lo deja siempre en el mismo lugar, repitiendo una y otra vez la misma escena que significó como traumática.

¿Por qué mucha gente cuando empieza a ser feliz abandona terapia?

La pregunta estructurada de esta forma revela que la “felicidad” opera como un obstáculo, como una resistencia más que como una finalidad. Detengámonos en “ser” y “abandona”.

Diferente si dijeran “sentir, experimentar o percibir”, La “falta en ser” se completa con “ser feliz” y es probable que se conjugue imaginariamente esa falta en el abandono. Da lo mismo que diga “soy esto o aquello”, “soy adicto”, “soy alcohólico”, etcétera, todas formas de hacer consistir y obturar la falta estructural, el deseo.

El abandono podría leerse como una cobardía, como una regresión a un lugar que por conocido no quiere dejar de volver.

¿Cómo saber si mi analista es correcto para mi?

Habitualmente el paciente aunque resulte paradójico, va a confirmar con el analista lo que sabe. Cuando en la experiencia descubre lo que no, a veces le desagrada, se enfada, resiste, abandona. Es el momento de insistir, de atravesar esa incomodidad, de curiosear, de explorar de qué se trata, de saber que hay un no saber más interesante que lo determina y que tiene responsabilidad sobre lo que le pasa.

Superada esa instancia, el análisis estará en marcha.

En ese momento lo sabrás.

¿Qué pasa si no me siento cómodo

A veces lo que resulta más obvio no lo es a la vista de quién lo pregunta: Quizás se trate de una necesidad, una forma de vivir, una elección, una posición, un ideal, un mandato, o simplemente no se te ha ocurrido sentarte mejor o elegir un asiento más cómodo, salir a caminar o hacer ejercicio. Es decir, vaya uno a saber que te detiene a estar incómodo y por qué lo sentís de esa manera. 

Se necesita atravesar la comodidad de la incomodidad para saber de qué se trata.

¿Existe la “gente tóxica”?

En términos generales tanto en la medicina como en otras teorías terapéuticas se tiene el concepto de que la causa de una enfermedad es producida por un agente invasor (virus bacteria, enfermedad) que intoxica al sujeto. Y la terapia consiste en encontrar “defensas” contra ese ataque o bien eliminarlo del cuerpo del sujeto. Se basa en la teoría de que hay que “curar” la parte enferma de la parte sana en las personas.

Por lo tanto hablar de “gente tóxica” va en la misma línea. Es decir, tratar a la gente como virus, bacterias y agentes externos que alteran o enferman al sujeto con los cuales se relaciona. El psicoanálisis revela que cada sujeto decide enfermar y que la causa reside en su inconsciente del cual es responsable, quiera saberlo o no. 

Reparemos en algunas frases comunes “Me enganché de nuevo con fulano/a”, “Le conté algo y se lo contó a todo el mundo”, “¡Quiere hacer lo mismo que yo hago!”, “¡Siempre me critican!”, “¡le dije que si lo hacía de nuevo no le iba a hablar más!”, “¡Me iría a vivir a una isla para no verlo más!”

La “gente tóxica” ¿aparece sin que la llamen?, ¿no será acaso que el sujeto elige este tipo de personas para relacionarse?

¿Existe la cura en psicoanálisis?
¿Quién determina lo que es enfermedad y cura?
 
La enfermedad es un signo de algo que se quiere expresar y encuentra el modo de hacerlo a través de los síntomas. ¿Los vamos a callar? ¿Qué nos quieren decir los sueños, los fallidos, los fracasos, lo que la medicina y las terapias llaman enfermedad?
 

Algo insiste en salir a la luz, desdibujado, encriptado, sin sentido. El psicoanálisis revela que los síntomas tienen un sentido que se puede descifrar. “¿Por qué me pasa esto?”, “¿Qué estoy haciendo para que esto ocurra?”, “¿Será que tengo alguna responsabilidad en esto que me pasa?”. Estos son solo algunos ejemplos de preguntas que los pacientes se hacen en un análisis.

Lo que algunos llaman enfermedad es en realidad el proceso inconsciente que el sujeto encontró para desconocer de qué se trata su deseo. Se produce con los recursos que dispone el sujeto en su historia y repite, insiste en hacer lo mismo que han hecho con él y que él cree que es el único modo. En un análisis es probable que encuentre otros.
 
En definitiva, el sujeto decide enfermar para no desear.
 
La cura no consiste tanto en eliminar los síntomas sino en develar por qué los eligió y hacer algo esta elección provoca cierto grado de libertad.
¿Cómo mejorar la comunicación de pareja?

¿No será que hablan distinto idioma sin que lo sepan?

Cada sujeto tiene una relación con el otro de su fantasía antes de tenerla con el otro real. Tiene un modelo de cómo debería ser y de cómo es y sería el mismo. Antes de entablar una relación ya tiene preconfigurado como será el otro y qué atributos tiene que tener. Ir más allá de esta fantasía es el modo de conocer de qué se trata el otro. 

No todos están dispuestos a ello y lo rechazan, se quejan de él, no lo aceptan o les piden cambios que no están dispuestos a hacer. Sin embargo insisten en esa relación, la sostienen discutiendo, peleando, señalando lo que el otro hace o deja de hacer. ¿Porqué será que siguen en esa relación y no buscan otra?

¿Qué se está dispuesto a hablar de sí, se sabe lo que se quiere o es la espera de que el otro lo descubra?

La comunicación fracasa donde triunfa el ideal. Hay una diferencia entre lo que se piensa, se dice y el otro escucha e interpreta. 

Empecemos por este punto ¿Se puede escuchar al otro o se intenta de un modo retórico que el otro diga lo que se pretende escuchar?

¿Por qué el deseo genera angustia?

Lo que no se hace en el momento preciso ya no es ni acto ni momento ni preciso.

No se trata de un hacer impulsivo, sino que el impulso devenido inhibición lo detiene en su acción.

 

 

El sujeto se cree racional estudiando todas y cada una de las variantes que tiene delante de sí, siempre delante, siempre en el futuro. Nunca habla de lo que hizo, sino de lo que va a hacer. Una máquina de pensar estrategias que sujetas a revisión no pone en acción.

Es necesario vaciar ese cálculo, ponerle un fin, un corte.

 

Ese corte no es ni más ni menos que la interrupción del enlace con esa palabra de más, la que sobra, la que aún no se ha dicho. 

No es sin angustia, claro. Esa interrupción lleva al sujeto a dos lugares diferentes. O bien regresa, y en ese regreso cae profundamente en el sueño eterno, se adormece o bien la atraviesa y se encuentra con algo diferente, inesperado, no calculado… con su deseo.

¿Cómo me adapto al nido vacío?

Habitualmente esta frase se utiliza como parábola que considera tu casa como un nido y a tus hijos como pájaros. Ahora bien, precisamente los seres humanos no tenemos nada instintual que nos preconfigure que a determinado tiempo los hijos deban irse de su casa. 

 

La idea “adaptativa” es reduccionista, intenta asimilar un hecho de la naturaleza a la cultura y está claro que en cada sociedad y en cada familia suceden por lo pronto cosas distintas.

Más que “adaptarse” será cuestión de indagar en términos generales qué lugar tiene cada sujeto en la vida del otro, si es su propiedad, una extensión de sí mismo, y trabajar identificaciones, deseos, lo singular de cada uno, el duelo por la pérdida, entre otras posibles cuestiones..  

 Asimismo, si el nido queda vacío, ¿quién lo ocupa?

¿Pueden las personas cambiar?

Obvio. Lo único constante es el cambio. Pensar la vida de las personas sin cambios es considerar que el tiempo está detenido. Algunos lo creen y nada hacen. Se consideran a sí mismos mojones, hitos, señales en el camino, referencias y como tales no pueden cambiar sino el otro no podría encontrarlos. Están ahí, a la vera del camino, inmutables, invariables mientras el resto camina, los pasa de largo, los ignora y hasta los olvida. Son como lápidas de un cementerio viviente.

Lo que no puede exigirse es que el otro cambie de acuerdo a tus expectativas. Nadie tiene ni se puede arrogar ese poder y si lo cree posible, y el otro cambia por tu voluntad o tu pedido ¿es un verdadero cambio o es tu empleado?

 

De tal modo si la persona que está con vos no cambia será mejor evaluar otra elección o quizás has considerado esperar con él en el cementerio.