Por diversas razones, muchos sujetos se instalan en un pozo. Es su cobertura, su palacio y su seguridad. Es la garantía de que nada les va a suceder, nada que no tengan previsto, nada que no controlen, sepan o calculen. Desde allí admiran, incluso envidian a los osados caminantes. Alojados en ese lugar solo pueden ver hacia arriba, a la espera de una ayuda circunstancial que los saque de allí. Más de las veces, se los aseguro, esa espera suele ser eterna.
¿Qué los retiene allí? ¿La historia, su pasado, su futuro? ¿Están allí desde siempre o en algún momento lo decidieron?
Ellos no caminan, recuerden, están en un pozo. Algunos hasta tienen pozos muy armoniosos, bien construidos y con una gran variedad de pertenencias y objetos que los consolidan en ese lugar, preparados para cualquier sorpresa que con el devenir acontezca. Claro está, que esa sorpresa tampoco llega. Esa es la paradoja de aquel que vive de esta forma. Ansía ser sorprendido y a la vez, cualquier cambio sorpresivo lo desestabiliza. Aferrado a las respuestas nada se pregunta, a lo sumo cuestiona la libertad o las decisiones de otros, observando sus resultados y atendiendo sólo aquellos en el que el otro fracasa para conformar una vez más esa idea de que es mejor no hacer nada, no sea cosa que fracase él también. Algunos algo más fastidiados o aburridos reparan eventualmente bajo qué circunstancias se encuentran allí y argumentan finalmente que otra opción no les queda, para confirmar que ese pozo está hecho a su medida. Habitualmente se comunican con otros que viven en pozos similares y establecen relaciones a distancia. Hoy la tecnología les dio una mano con la que tiempo atrás no contaban.
Solo les queda una posibilidad. Mirar el cielo y esperar. En ese lugar se instalan y esperan.
Suele consignarse como un slogan que el hombre es el único animal que tropieza con la misma piedra dos veces.
De tanto escuchar esta frase y tantas otras es las que se infiere que el error es la piedra, les sugiero rescatar la piedra como una coordenada, como un propósito.
Es un sujeto encaminado el que tropieza. Es su manera de saber que está caminando, de reconocer el camino, de al menos, porque no, establecer de una forma singular cuáles serán sus señales que lo conduzcan donde se propuso ir.
Es un camino accidentado y suele generar en el mejor de los casos alguna pregunta. ¿Por qué tropiezo siempre con la misma piedra?
La piedra nunca es la misma, el camino en todo caso insiste en encontrarla nuevamente. ¿Pero es acaso esa piedra la “responsable” del tropiezo?
Es cierto que algunas personas con buenas intenciones aconsejan a los “tropezadores seriales” sacarles la piedra. Atención: sacarla demasiado rápido podría hacerlos desembocar en una llanura donde no existen esas señales que le dan alguna garantía de camino y generalmente, sinó están preparados para andar, cavan un pozo, se estancan, y miran el cielo.
La piedra es su elección, es la pregunta que aún no pueden desenrollar y explorar. La piedra se les presenta como pregunta, cuestiona, interroga sobre el camino, sus vicisitudes y alternativas, promueve desafíos, hazañas y hasta aventuras intrépidas. Se han hecho innumerables historias heroicas sobre ello. Es su modo de preguntar. Lo que insiste es esa pregunta. Algunos, claro está la ignoran y tropezarán cada cierto tiempo. Otros quizás no quieran tropezar más, se amilanen y dejan de caminar. Entretanto algunos alojarán a su pregunta.
Está claro pues que la llanura no es para cualquiera. Es esa pregunta alojada en su interior que los hace andar. No hay respuesta a ello. Es movimiento, es emoción. Es una pregunta andando, desenvuelta, desenrollada. ¿De qué se trata esto o aquello?,
¡Qué interesante es explorar la vida!
Es aquel dispuesto a atravesarla bajo cualquier circunstancia. Propuesto a regocijarse en el andar sin mayor reparo en lo que ese andar le depare. La obtención de cualquier logro es de una provisoriedad transitiva y solo retenida eventualmente para considerar el cómo se arribó a ese lugar. Historizar sobre de qué manera o qué sentido tomó, porque no lo sabe y necesita construirlo para luego, afirmado en un nuevo lugar explorar otras oportunidades, y nuevamente construir la mirada sobre su historia desde ese nuevo lugar al que arribó. Allí es donde cobra sentido aquella frase que dice que lo único que cambia es tu pasado, claro está, con cada paso nuevo que se da. No hay obstáculos ni impedimentos que lo retengan o lo detengan. Fue su pasaje de esa pregunta al otro sobre ¿qué camino elijo? a la resolución de ¡hoy construí este, mañana quién sabe! Algunos en la llanura se espantan ante tantas posibilidades y no toman ninguna o eligen piedras. Otros simplemente andan, indagan, exploran, y en ese devenir se contagian, se celebran y se emocionan, y sienten que la vida es maravillosa.