Nadie se puede poner en su lugar. Está pidiendo algo imposible, esperando como una pieza de ajedrez que alguien lo mueva de su lugar y lo desaloje.
Una espera que posterga su movimiento y su deseo. Un sujeto inhibido que demanda que al otro le pase y sienta lo mismo. Lo singular no se pone en juego. No quiere sentirse “solo” en su lugar y convoca a otros, los reduce a lo que es él, a cómo deben ser, aferrado a su ideal, descarta lo diferente.
No habla de él, habla de los lugares de los otros. Que los otros se muevan, para quedarse en el mismo lugar. Está esperando que alguien juegue por él.
¿Qué lo detiene en su movimiento?