«Me separé. Ahora soy libre»

Esta sensación es de lo más habitual y cotidiana. Muchas personas, tanto hombres como mujeres, han experimentado cierto grado de libertad e incluso un estado de euforia una vez que concluyen una relación, hasta mencionan su alegría por “haberse sacado de encima ese peso”.

Algunos declaran que estaban bajo la atenta mirada y el control de su pareja. Otros que habían dejado de ver a sus amistades y suspendido actividades. Suelen señalar que han abandonado o suspendido todo lo que les gusta, más aún, que “dejaron de vivir” para que la relación funcionara.

Más de las veces, esa ruptura se da por cansancio, por no saber cómo cumplir los deseos de él/ella o bien porque no han podido satisfacer los pedidos, muchas veces arbitrarios de su pareja.

Llegado este momento para ciertas personas resulta ser solo un trampolín para tomar impulso y “meterse” en una relación similar del tipo “salgo de una y me meto en otra”.

Para otros tiene efecto de corte, razón por la cual algunos se preguntan:

¿Por qué concibo una relación como una prisión?

¿Por qué dejé de hacer mis cosas en función de él/ella?

¿Qué era lo que nos unía?

¿Esperaba algo a cambio?, ¿Había una correspondencia?

¿Es a todo o nada?

“A veces tenía que consultarle para hacer algunas cosas” ¿Es necesario pedir permiso?, ¿Teníamos que estar en todo de acuerdo? 

El corte en una relación inaugura un tiempo diferente. 

¿Se dijo lo necesario a tiempo? ¿Se pusieron límites? ¿Qué es lo que más causó dificultades? ¿Por qué se eligió así?

Al fin y al cabo, cada pareja, compañero/a, vínculo, habla más de nosotros mismos que de ellos. 

Preguntas que aunque no tienen respuesta en lo inmediato pueden llevarte a cuestionar tu posición, tu forma de relacionarte y tu manera de elegir, en definitiva tu historia, motivo por los cuales resulta interesante transitar la experiencia de un análisis.

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