Si se engancha en todas, la decisión de qué hacer, cómo, cuándo, por qué, queda del lado del otro. Ella responde, enganchándose. Algo la comanda y no puede dejar de hacerlo. Es su carta de presentación: “Dale, hacemos lo que quieras”, “Si, cuando me digas acá estoy”, “Para lo que necesites”, “Contá conmigo en todas”, “Me da un poco de miedo, pero vos querés así que lo hacemos”, “Me dijiste que te gustaba y lo compré”, “Estoy disponible a cualquier hora, contame”, “No es tarde, no te preocupes, salgamos”.
Elegir tiene consecuencias y de eso no quiere saber nada. Elegir es singular, no hay modo de universalizar lo que cada sujeto quiere, necesita, desea y en qué tiempos, a qué decirle que sí y a qué no. Se engancha al deseo del otro para que no aparezca en escena el suyo.
De esta manera, su deseo continúa siendo un enigma y trata con su excesiva presencia de colmarlo y apagarlo.
“Estar en todas” es un exceso. Es para “no estar en ninguna” de su deseo.
Ella, ¿Qué quiere?