Instante Analítico, Una escucha que hace diferencia
Consideremos que oír es un acto pasivo;
y el escuchar, es totalmente activo.
Del oír no somos siempre responsables; del escuchar, sí.
La escucha desde el círculo de competencias culturales
Las personas escuchan desde un lugar, una posición que se corresponde con su círculo de competencias culturales que podrían definirse como el conjunto de creencias y prejuicios, saberes, formación, educación, habilidades, comportamientos, actitudes, expectativas, percepciones, valores morales, éticos y presupuestos. Círculo que a su vez tiene una demarcación que se delimita por la aceptación y rechazo de lo que ingresa y de lo que queda por fuera de ese círculo.
Ampliar o no ese círculo depende de cuanto se esté dispuesto a sostener lo diferente y salir de lo exclusivo y excluyente de lo que cada persona sostiene. Básicamente se trata de poder decir “hasta ayer creía esto, hoy puedo creer otra cosa”, de aprender algo nuevo, de poder modificar puntos de vista, o simplemente cambiar de idea respecto de algún tópico o tema.
Hay una frase que se le atribuye a Mark Twain que dice, “es más fácil engañar a alguien que convencerlo de que ha sido engañado”. Con ello, lo que queremos señalar, es que ese círculo ha sido una construcción que al sujeto le ha llevado toda su vida en tanto sus posturas, sus decisiones, sus elecciones, sus ideas, todo parte desde allí y modificar algo o cambiar de opinión, aceptar diferencias, resulta una apelación a su curiosidad, deseo de saber, o bien de cuán elástica sea su postura.
Escuchar es desde luego tomar una posición respecto de un tema que se pone en debate, y se da una respuesta desde esa posición.
A modo de ejemplo y para graficar lo que se está pretendiendo señalar, situemos el reciente debate en torno al cambio en la legislación respecto de la despenalización del aborto. Un debate que fue muy convocante y que incluso movilizó opiniones de aquéllos que nunca la dan. ¿qué fue lo primero que cada uno dijo?
Muchos hablaron desde un lugar moral, otro ético, otros desde la salud, desde lo social, y podríamos enumerar muchos más. ¿Ahora bien, cuántos de los que opinan de un modo modifican su opinión o sus argumentos?
Es un debate en que se convoca a los que están interesados en dar su opinión y es en ese intercambio, que se logra ampliar el círculo de competencias culturales. Se trata de una escucha en la que se intenta generar un compromiso. Compromiso que resulta diferente de lo que cada uno espera del otro, o incluso una respuesta que no llegará. Compromiso que implica ir más allá de lo que cada uno quiere y está dispuesto a escuchar.
Como bien sabemos, esa disposición y compromiso puede estar guiada por una intención de apertura, conocimiento, aprendizaje, es decir, una construcción en una espiral dialéctica que produzca nuevos saberes, y por el contrario en otros casos lo es sólo para lograr una consistencia de los argumentos propios y convencimiento de los otros, es decir, un uso retórico de ese saber.
Es posible considerar que solo podemos escuchar desde nuestra posición. Y desde allí, habitualmente, solo se escucha lo que agrada, convence, y se rechaza lo que genera extrañamiento y desconocimiento.
Un escucha en análisis
El propósito, la dirección y la intención de la escucha en análisis resulta muy diferente de lo que hasta aquí se ha expuesto, en tanto ya no se trata de confirmar y ampliar un sentido, sino preguntar por lo que el otro está afirmando, y devolver esa afirmación en modo de pregunta que produce y ocasiona una interpelación al saber.
Una escucha que en análisis es utilizada como herramienta y es devuelta en forma de pregunta y si eso es escuchado por el paciente, va levantando o disminuyendo sus prejuicios y preconceptos en cada intervención, y produce un sujeto cada vez en un lugar diferente en el cual la escucha deja de ser ingenua, es más activa y más sutil para detenerse en otros lugares, palabras y hechos que antes tenían un sentido unívoco y cristalizado.
¿Qué es escuchar para el analista?
Cuando el analista escucha: ¿quién habla? y ¿a quién?
Cuando un paciente se dirige a un analista le otorga y le atribuye un saber sobre lo que le pasa, padece y ocurre. Ese saber es devuelto con su escucha. Una devolución que es del orden del sinsentido, que produce una diferencia en el sentido que el paciente le otorga a su relato. El sinsentido como sentido en lugar del sentido del paciente en cuanto a la dirección que se propone el analista a fin de quitar lo fijo del sentido que lo cristaliza en un lugar.
Cada intervención es devuelta al paciente con lo que él está diciendo y que no escucha en su decir y que corrientemente hace surgir algo del orden de la sorpresa y el extrañamiento -¿yo dije eso?- y que pueda hacer con eso diferente que irrumpe en su relato. Sorpresa, que al menos, suspende la espera y la repetición.
Es una intervención a contratiempo. Permite una doble entrada. El futuro por delante que regresa como presente y a la vez un pasado inmutable se hace futuro con su historización. Es decir, hay dos tiempos, uno que va del presente al futuro, el de los proyectos y de la espera y otro que va del presente al pasado que es el atemporal. Es una construcción imaginaria, un recorrido y secuencia de hechos y datos que el paciente necesita para contar su vida, su historia. Ese orden fijado en que la narración se despliega es arbitrario y tiene que ver con ciertos hitos o aspectos que el paciente considera necesarios para situarse y correlacionar su identidad con su filiación. Es entonces con la intervención del sinsentido que puede quebrarse esa línea ilusoria y temporal.
Una escucha analítica difiere de la línea imaginaria que arma el paciente para contar su historia. La escucha analítica adopta la forma de una espiral y la secuencia lógica de un antes y un después se invierte. Es decir, se va a tratar de una historia que se cuenta en tiempo presente, que hace que la espiral vuelva sobre esos momentos o instantes privilegiados de la historia para ser vistos desde una nueva posición. Se crea cada vez en análisis un nuevo instante con una escucha diferente de la historia.
Instante analítico
El instante analítico es atemporal y no tiene un sitio definido, no tiene una existencia pre-establecida. Es por el resultado de un acto -un acto analítico- que ese instante puede recortarse y construirse. En el acto el sujeto se define por lo que hace y por el efecto de su acto. No hay plan, al menos no uno consciente.
Es un salto a un lugar diferente y es desde allí que se intenta encontrar una explicación, un sentido, un modo o una respuesta de cómo se arribó a ese nuevo lugar. Es posible que entonces desde esta nueva posición -que se produce en análisis- se vuelva a recorrer la historia -ahora en modo espiralado- de donde se ha estado y se recreen o reinventen recuerdos y circunstancias casi como un modo de dar nueva consistencia e identidad a este nuevo lugar. Incluso aparecen o surgen recuerdos que no se sabía que se los tenía, es decir, nuevos recuerdos. Se toma una nueva perspectiva de los acontecimientos y de las personas. En definitiva, la historia cambia, se actualiza, se modifica, se recrea, se reescribe.
Es una construcción que se arma en análisis. Construcción que desarma el sentido previo o preestablecido, prestado, dado por otros, fijo, inmóvil y que, producto del acto analítico se quiebra, se reduce, se anula, se disuelve, se diluye… y brinda la posibilidad entonces de construir una versión que sea propia y singular, que le otorga un mayor grado de libertad respecto al discurso en que estaba sujetado. Ese desprendimiento, esa pérdida de certezas y garantías, esa libertad que hasta ese instante no tenía relanzan su deseo.