Algo insiste en hacerlo andar y andar sin producir un corte que resignifique lo que está en movimiento: Él mismo. Se le impone y no puede dejar de hacerlo. Este modo elude la pregunta sobre por qué hace lo que hace y en su lugar aparece la respuesta “No puedo parar”. ¿Qué sucede si para, si hace una pausa?
Señala la posición que tiene el sujeto: la indeterminación. No está en ningún lado.
No puede distinguir si eso que hace es causa o consecuencia de su accionar.
Es un fenómeno que para el sujeto tiene valor de respuesta. La pregunta, que no se formula y esquiva al llamarse “pasado de rosca”, es por el ser. “¿Qué me pasa?, ¿Qué estoy haciendo?, ¿Qué elijo para mí?”. El sujeto se la ahorra y reemplaza por lo que hace, eso le da consistencia en un mismo lugar, produce un cierre. Es su carta de presentación con los otros. En otras palabras, posterga el encuentro con lo diferente. De este modo el sujeto queda impedido de poner en juego su deseo.
Está claro que la salida no será haciendo lo mismo, ya que sería del orden de una repetición. Una salida posible es pensar opciones, buscar ayuda, consultar con un profesional, para que entre el hacer compulsivo y el sujeto que lo padece aparezca una pregunta singular.