En busca de la felicidad

Felicidad

Un mandamiento que no es anónimo


¿Por qué alguien se preocupa en que yo sea o no feliz?

Es notable el crecimiento e incremento de talleres de autoayuda, libros y objetos junto con aquellos que intentan establecer un modo que nos lleve a tener una vida feliz.  Un bombardeo incesante de mensajes del estilo “¿cómo te atreves a no ser feliz?”

¿A qué se debe esto?

Tal parece que la felicidad en estos tiempos es un objeto de intercambio, una mercancía, y como tal se puede comprar y vender.


Un breve recorrido histórico

En la antigüedad aún cercana en el tiempo se ofrecía recompensar todas las penurias y miserias en la vida terrenal con un lugar en el cielo.  Más aún, el modelo que se erigía era el del ser miserable y se castigaba a aquel que tuviera una vida fuera de la miseria y la austeridad. Las riquezas, el bienestar, la salud y la abundancia estaba sólo reservada a las autoridades. Las diversas creencias se hicieron más complejas y se establecieron las religiones como dogma y sistema de vida.  Regían las costumbres, las normas de convivencia, las leyes y se consideraban autoridad en cualquier materia social, económica y espiritual.

¿Quién se atribuía ese rol social?

La iglesia y los reyes.

Y era absolutamente estable a fuerza de espada y oscurantismo.   


¿Qué y porqué se modifica este estado de situación?

Es posible considerar una sumatoria de factores.  

Desde el punto de vista religioso, surgieron dentro de la misma iglesia los primeros reformistas y críticos al orden eclesiástico, lo que produjo, casi sin proponérselo, la escisión en dos grandes órdenes: El catolicismo y el Protestantismo.

Desde el punto de vista económico, uno de los principales factores fue la necesidad de acumular mayor cantidad de riquezas para sostenerse en el poder lo que provocó la llamada conquista de nuevos territorios y guerras extraterritoriales.  Detrás de estas conquistas y apropiación de territorios y continentes, surgió el comercio a gran escala y la creación de una nueva clase social. La burguesía.

A su vez, el comercio a gran escala, se tradujo en la necesidad de cambiar el modo de producción de las mercancías, pasando de un sistema artesanal a uno industrial, generando uno de los mayores cambios económicos a nivel mundial.

Todos estos cambios son acompañados por concepciones filosóficas que intentan explicar estos cambios sociales.

La modificación del eje de poder que dio lugar a una nueva clase social, necesitaba explicarse lógica y religiosamente.  

¿Cómo es que la riqueza y el Poder que antes era patrimonio absoluto de los Reyes y los Papas pasase a una clase diferente?

Por el lado religioso (el Protestantismo) se consideró que las sagradas escrituras bendicen a aquel que sea próspero en la tierra.

Por el lado económico, el liberalismo instaló la idea de la libre competencia que no era tan libre y la premiación al esfuerzo y al mérito.

Por el lado filosófico la idea de libertad, igualdad y fraternidad, aunque no todos eran libres, iguales y fraternos.


Comienza el reformismo

Las reformas burguesas, las revoluciones sociales e industriales dieron paso a un estilo de vida que fue modificando la promesa de otra vida mejor en el más allá, para hacer de la vida en la tierra la única posible.

Con todos estos cambios además se fueron incorporando nuevos modos de control social.  Las leyes, la escuela, la cárcel, los asilos, los hospitales, el asistencialismo, la caridad.

Control que rige el destino de la sociedad y que hace que ésta funcione y que todos los que las componen crean que es el único posible y lo sostienen, a costa incluso de pelear y dar su vida por ello.

Con mayor o menor pregnancia, este formato de sociedad (Estado-Nación) fue reemplazando al estado absolutista (Reyes-Papas).  Este cambio no fue para nada homogéneo y durante mucho tiempo convivieron ambos hasta que el sistema Estado – Nación se impuso.  Para ello, utilizó todo tipo de herramientas.

La reforma religiosa, con el Luteranismo y el Calvinismo, que propiciaba la vida terrenal.

La filosófica, con el pragmatismo.  Con la premisa del “tiempo es dinero”, de no perder el tiempo y la pregunta sutil que la acompaña “¿Qué estás haciendo mientras no estás haciendo lo que hay que hacer?”

La económica, basada en las dos anteriores, tuvo entonces el camino fértil para las corrientes liberales, basadas en la propiedad privada, la libre circulación de bienes y la apropiación del capital de trabajo.

Como todo sistema, al igual que el anterior, tuvo sus resistencias, sus detractores  y sus opositores. Todos ellos grandes pensadores que lograron instalar un criticismo muy importante para pensar la sociedad y su funcionamiento.  Algunos de ellos promovieron y generaron cambios interesantes y hasta revoluciones. Sin embargo, ninguna, al día de hoy, se sostiene más allá de las ideas.

La única idea pues que rige este nuevo orden es el mecanicismo,  es decir, considerar que la sociedad es una máquina y ésta debe funcionar y el racionalismo, cada qué para cada quien en cada lugar.

En forma solidaria, surgen las ciencias sociales que propiciarán estudios y formulaciones para lograr la adaptación y funcionalidad de todos los individuos. La inclusión o exclusión de la sociedad está basado en los estudios que de estas ciencias surgen.

Un momento de quiebre se produjo con La segunda Guerra Mundial que fue el epicentro donde dieron lugar todas estas corrientes y terminó por imponerse, aunque llevó su tiempo, la única que hoy rige nuestro destino como sociedad: Liberalismo – Pragmatismo – Protestantismo (en todas sus variantes) y quién no está dentro de este orden, es de segunda clase, de tercer mundo.


¿Cómo se impone un nuevo orden?

El antiguo orden absolutista es reemplazado por este nuevo orden.  Se torna imperativo reemplazar el anterior mostrando una versión más suave.  Se reemplaza en gran medida la idea de exclusividad.

“Todos somos iguales” para el mercado, para la ley y para las oportunidades.

Junto con esta aparente igualdad, surgen los modelos.  “Quiero ser igual a ese “igual” y no a mis “iguales”.

La desigualdad, la culpa por no pertenecer a determinada categoría, la exclusión, la competencia, el tener más dinero, el tener menos, las apariencias, la depresión, la insatisfacción, la muerte, el existencialismo en definitiva ¿con qué es subsanado?, ¿qué promete el capitalismo en el lugar donde antes se prometía el cielo?: La Felicidad.

La idea de mercancía también ha cambiado.  Y lo que antiguamente era un objeto ahora es una abstracción. La felicidad es hoy lo que la moneda era ayer.


El mercado se reformuló frente a las críticas sociales

¿Por qué no alcanza con las mercancías?

La reformulación vino de la mano de las críticas.  Se critica al modelo por monetarista, utilitarista, salvaje, deshumanizado, etcétera y un modo entonces de recuperar la espiritualidad que se había abandonado es establecer mecanismos que logren simular una Iglesia (hoy mercado) preocupada por sus fieles (consumidores)

¿De qué modo?

Nada se prohibe para alcanzar la felicidad. Se dispone de todo al alcance de la mano. El mercado dicta las normas y se apropia del discurso religioso y lo reemplaza siguiendo las mismas pautas.

-¡Sé Feliz..! Es el primer mandamiento, anónimo,  hoy en día. Y todos lo reproducen. “Sé esto o aquello, yo te diré como hacerlo”. Arrasando con la singularidad, con el deseo de cada uno, con lo que está en condiciones de hacer y producir indicándole cómo tiene que vivir, para qué lo hace y por qué.

Nuevamente, las concepciones filosóficas y científicas se encargan de acompañar y justificar estos mandatos.  

Hoy conviven infinidad de corrientes académicas y científicas que indican cómo y de qué manera alcanzar la felicidad.  Y si ello no se logra, no es culpa del sistema, al contrario, es el individuo que no tiene las capacidades ni las aptitudes para lograrlo.  Pero no termina aquí, recién empieza. La medicina aportará lo suyo, encasillando a aquellos que quedan por fuera, rotulando y medicando.

No alcanzar la felicidad, no cumplir con ese mandato, está generando un nuevo sujeto social, “enfermos de felicidad/infelicidad”, personas que harán lo que sea por ser felices, o mostrar que lo son, incluso señalar a los demás cuándo no lo son, de acuerdo a los parámetros tan arbitrarios como aquéllos que en el medioevo señalaban a una “bruja”

En la actualidad es corriente escuchar a los individuos hablar de frustración, depresión, diversos tipos de desórdenes alimentarios, disfunciones, estrés, acompañados de culpa, fracasos, inhibiciones, angustias.

Bajo el imperio de una sociedad de iguales que se preocupa por la felicidad de sus integrantes, los enfermos empiezan a ser mayoría.


¿Qué puede decir el piscoanálisis de esta lectura social?

La mayor revolución es dejar de atribuirle a un otro autoridad sobre uno.

Las ciencias sociales se han desarrollado en una dirección y no en otra, es más, surgen precisamente por la creciente preocupación que tiene el sistema en el cual se soporta la sociedad.

Su propósito directriz es tratar de explicar el comportamiento de los individuos, porque fallan, porque se enferman, porque triunfan, fracasan, estudian, trabajan, ocupan cargos, otros no, les gusta tal o cual cosa.

Dentro de este sistema es difícil ser libre.  No era muy diferente en la antigüedad. Antes la promesa de libertad estaba en el cielo.  Ahora está en la tierra.

Sigue siendo una promesa.

Así las cosas, se debería entonces considerar que si bien acceder a la libertad es imposible en la misma medida que lo es a la felicidad, si resulta posible acceder a grados de ella que no produzcan más enfermos.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *