«Esta vez es definitivo. Esto no va más. Le dije: hacés lo que te digo o nos separamos»
¿Conocen el Penultimatum?
Se los presento. Pasen, por favor. Tomen asiento.
Tiene la apariencia y hasta a veces lleva el nombre de Ultimátum pero nunca es el definitivo. Es una demanda casi final de una serie de peticiones. Tiene un tiempo para ser cumplido y aparentemente se sobreentiende que no se abrirá ninguna negociación posterior.
La posta es que si no hay un corte y la amenaza no se cumple, el penultimatum queda sin efecto.
¿Cuántos penultimatum tuviste en tus relaciones?, ¿funcionaron?, y aún más, ¿alguna vez te preguntaste por qué de esta forma?
Estos modos -la queja, la demanda y la pelea- son un intento de querer ordenar al otro según la propia imagen. Es decir, «mi pareja hace lo que digo (y es una extensión de mí) o nos separamos (porque esa imagen no me representa)»
Establecer un penultimatum es para no preguntarse ni preguntar al otro. Por lo general no aparece un «Fulano, ¿cómo estás?», «Me está pasando tal cosa desde hace 3 meses». Nada. El penultimatum evita los procesos, oculta las fallas, lo que no es posible entre esos dos que decidieron conformar una relación, incluso oculta lo imposible. Sostiene los ideales, los acentúa: «sos como yo digo o no sos conmigo».
Es una bajada de línea además. Hay uno que ordena, entonces, el otro ¿debe obedecer?, ¿será que el penultimatum tiene un «aspecto dictatorial»?
Para concluir, se trata de un show, un espectáculo que se muestra, se exhibe. De esto además se habla con amigos, confidentes, familia, durante los días en que se encuentre activo el penultimatum. Se fantasean las posibles opciones: «¿y si el otro se va?, ¿y si cambia?, ¿y si hace lo que le digo?, ¿qué hago, lo perdono?»
Además el público expectante pregunta «qué pasó, qué dijo». Se engancha.
El show concluye: «No nos separamos, me dijo que me ama, que no lo va a hacer más, lo perdoné»
Nos vemos en el próximo Penultimatum. Muchas gracias por venir en esta oportunidad.