Es imposible huir de uno mismo. Lo que sucede habitualmente con esa parte de nosotros que no nos gusta es que la vemos reflejada en los otros, en nuestras relaciones. Es como el cuento de «La Bella y la Bestia», ella toda bondad, inocencia, compasión, hermosura; él rencor, odio, enojo y egoísmo. Lo bueno y lo malo como opuestos.
Entonces desconocemos, reprimimos y negamos a la Bestia que vive en nosotros y nos identificamos y definimos con la Bella.
Lo curioso es que los vínculos son una extensión de nuestro inconsciente, nosotros elegimos cómo relacionarnos con la familia, los amigos, con los compañeros de trabajo o de alguna actividad, y es allí que nos vemos reflejados.
Si tomo solamente la parte buena, a la Bella, es probable que mis relaciones me devuelvan aquella parte que no quiero ver, la Bestia. Lo mismo sucede a la inversa.
De lo que me quiero escapar es de aquello que no para de repetirse y hacerse presente. Incluso el par opuesto puede adoptar muchas formas. Para algunos la Bestia se presenta en el cuerpo, por ejemplo en una infección, otros ubican a la Bestia en las compulsiones o adicciones, el mal siempre está afuera y otras personas en sus vínculos, en conflictos de trabajo o comerciales. Cada cual encuentra el modo de expresarlo.
Algo insiste por salir, eso que negamos siempre vuelve y se repite una y otra vez.
Solo a partir de reconocer que en cada uno de nosotros conviven ambos sentimientos, emociones y sensaciones es que se puede empezar a trabajar en ello para estar más advertidos de que somos lo que proyectamos inconscientemente.