El deseo se le impone al sujeto como una orden, un mandato. “Quiero ya”.
Transforma lo que va en la línea del deseo en una demanda que se exige cumplirla en lo inmediato.
Entre la decisión, la elección y el acto existe un tiempo que quiere reducir a nada, y es en esa reducción que suprime la pregunta por el deseo y la transforma en una respuesta “ansiosa”. Queda sometido.
Hay una repetición inconsciente al servicio del sujeto que se inicia -al modo de un mecanismo- cada vez que algo cae en el lugar del deseo. Ya no importa el qué, sino el cómo y el cuándo consigue anular eso. La espera lo carcome y acapara toda su atención, incluso no puede dejar de pensar en ello aún distrayéndose con otras cosas. Es el dolor de muelas en el pensamiento.
Es una protección contra la angustia. Si no hay ansiedad el sujeto cree que no hay “nada”. La ansiedad viene al lugar del deseo, a taponarlo. Se rechaza que pueda haber nada, “algo” tiene que haber, por si acaso la ansiedad es algo, protege al sujeto.
¿De qué se defiende?