«Dejo todo por la mitad»

Es una elección dejar, el todo y la mitad. Algo se le juega allí y no se permite acceder a la pregunta “¿Qué me pasa que no puedo conservar lo que inicio?”, debe claudicar. Produce un cierre con su afirmación y una queja. Esa es la mitad que queda, la queja.

¿Dónde se detiene?, ¿Cómo identifica cuál es la mitad en la que debe frenar?

La mitad es una medida, un valor. Un modo de ordenar su realidad, una mitad queda dentro y otra por fuera, sin embargo no sobra ni se descarta, la nombra como falta.

Deja todo. ¿Será así? El abandono es un modo de relacionarse con lo que no deja. Nombra lo que tiene tanto como lo que rechaza. Conserva en su decir lo que cree que le falta. De este modo no falta nada. ¿Con qué se mide? El sujeto es quien está en el medio, desde allí mide el “todo”, siendo él la medida de todas las cosas. Un modo de no hacer ningún movimiento. Si enuncia lo que no hay ni sucedió evita el movimiento de ir a buscarlo, ya lo tiene en su ideal. Queda detenido en su mitad.

Lo que parece una renuncia, es una continuidad, no deja lo que tiene ni lo que no tiene. Idealiza, fantasea y completa, si no, ¿Cómo sabe qué falta o de qué mitad está hablando?

En definitiva, si deja todo, se deja él también. Se está dejando por la mitad, postergando su deseo.

Se puede vivir a medias, también se puede hacer algo con ello. Será cuestión de animarse a atravesar la experiencia de un análisis.

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