Hacer para uno es no hacer para otro. Es un recorte, un límite. La dirección es propia.
Hacer lo que hay que hacer es transformador. La acción, la ejecución y las consecuencias de esa elección le resultan pertinentes. La responsabilidad de su hacer no depende de la aprobación o la sanción de los otros. Pone en juego su singularidad, la explora.
Siempre sale el sol y el arcoiris dibuja una sonrisa. Es el escenario que creó para desplegarse y que señala la satisfacción de no traicionar su deseo.