Si fuera fácil no habría pregunta. No hay receta ni modelo que pueda indicarse para todos. Cada uno encuentra ese punto de quiebre donde dice “No va más” a una relación sea ésta cual fuere.
Precisamente, atravesar ese tiempo necesario para elaborar el duelo por aquello que se eligió y que hoy no se elige más, inaugura otro tiempo, el del corte que permite hacer lugar donde parece que no lo había. Hay que atreverse a hacerlo. Y no es sin angustia.
Angustia porque aquello que se corta no es solo la relación en sí misma, sino que el ideal que se tenía de sí mismo se pierde, el modo en que se elige, las atribuciones que se otorgan a ese otro, y surge la pregunta al pasado en el mejor de los casos una vez que el futuro se hizo presente con el corte. Pregunta del estilo ¿Cómo estuve tanto tiempo con “ese/a”? ¿Por qué lo sostuve tanto tiempo? ¿Qué lugar tenía con ese otro?
Cuando el duelo por lo que uno fue se puede hacer, queda hacer el duelo por el lugar que tuvo en el otro y por ese futuro juntos que ya no es.