Estamos hechos de palabras, nos cubren, nos vacían, nos llenan, nos enferman, nos curan, nos nombran, dictaminan y llaman. Nos convocan, nos ignoran y nos aman. Nos elevan y degradan, nos alaban y desprecian. Embellecen o afean, aclaran u oscurecen.
Cada vez que creemos decir algo nos equivocamos, erramos, fallamos. Cuando creemos comprender caemos en la cuenta que no fue lo que escuchamos sino lo que imaginamos o consideramos creer. Hacemos juicios, prejuicios y sentencias. Damos por sabido lo que no sabemos e ignoramos lo que sabemos.
Señalamos, indicamos, denominamos. Estamos insertos en discursos que nos preexisten y que hablan por nosotros, atravesados por frases hechas, por palabras que no son nuestras, copiamos, repetimos, resistimos, ordenamos, triunfamos y fracasamos.
Elaboramos teorías, encasillamos y diagnosticamos, silenciamos y gritamos, discutimos y peleamos.
Olvidamos y sobre ese olvido aparece un recuerdo que no es aquel que olvidamos, soñamos e intentamos comunicar y cada vez que lo hacemos perdemos algo. Se nos esfuma, se mezcla con otros sueños y con algunos recuerdos de los cuales no tenemos certeza que hayan sucedido.
Estamos siempre a medio decir, o bendecir o maldecir.
Del mismo modo, consideremos que sin palabras no habría tiempo ni espacio, ni nombres, ni la piel, la sensualidad, y el amor, ni el deseo o la pasión, ni los árboles, el vino y la locura, ni el destino, el baile y el cine.
Sin palabras no habría más que nada, ni la falta, ni el todo, ni las preguntas, ni el dinero, ni el contexto, ni el pretexto, el prejuicio o la ciencia, el calor y la bandera.
Sin palabras no habría creación, ni poetas y comerciantes, ni el papel del cigarrillo, ni café, pestañas, o guacamole, ni extraños, ausentes u otros, ni guantes, frascos o plumas.
Sin palabras no habría pronombres, ni sillones, verduras o canciones, ni salud, malestar y humo, ni el calor del día o el batir de alas, ni el metro, la idea y el perfume de una flor, ni chocolate, laberintos o bibliotecas.
Y aún así, atravesados como estamos de palabras, algunos creen que las palabras no enferman o pueden curar.
Hable, algo maravilloso puede suceder. Será muy interesante escuchar lo que se le ocurra y tenga para decir.