Hay personas que para poder terminar una relación necesitan de otra que la desplace. No son muy diferentes a aquellos que salen de una y se meten en otra, solo que en este caso, es la nueva relación la que desplaza a la vieja y ellos están ahí, entregados a lo que ella disponga.
Para compensar ese desplazamiento, hacen de la anterior relación objeto de tal degradación y humillación que la nueva se transforma en un ideal.
Una se corresponde con los ideales de familia, pareja, amor, bienestar, garantías de futuro, y la otra con lo prohibido, lo sensual y sin compromisos.
Mientras una relación baja al nivel del piso, la otra toca el cielo. Cualquiera puede ocupar ese rol.
De este modo evitan la elección, la pérdida y el duelo por lo perdido y por supuesto, su deseo.
Quedan a disposición de quien los elija. Requiere de un esfuerzo y un trabajo considerable estar en los dos extremos del subibaja, observando como una baja y otra sube en su fantasía.
A la espera que este “conflicto” se resuelva por sí solo, se suele escuchar frases del estilo: “Y bue, que fluya”, “Vamos viendo”, “el universo proveerá”
El juego ¿se termina alguna vez?